17 octubre 2017

Conducción nocturna, esfuerzo extraordinario


CAPACIDAD DE VISIÓN

También hay que tener en cuenta el deterioro paulatino de la capacidad de visión con la edad. Quien tiene un 100 por ciento de su potencia visual a los 20 años sólo dispondrá en promedio de un 74 por ciento a los 60.

Conducir un auto al anochecer o en noche cerrada por rutas desconocidas no es sencillo. Con calles poco iluminadas se exige de la vista un gran esfuerzo. Si se suma cansancio, lluvia o niebla se hace difícil vislumbrar los carteles indicadores, el conductor reacciona más lentamente, el riesgo se acrecienta.

"El 90 por ciento de la información que necesitamos para conducir un auto es percibida por la vista, los ojos son la ventana hacia la seguridad de manejo", dice Thomas Wagner, psicólogo especializado en cuestiones de tránsito automotor. En la oscuridad y con escasa visibilidad bajo condiciones lumínicas cambiantes se requiere de los ojos una adaptación constante, lo que lleva inevitablemente a tiempos de reacción más lentos. «Quien ve mal también estima mal las distancias, con lo la aumenta la inseguridad», explica Wagner.

Tres factores contribuyen a ello. En primer lugar está el ser humano que se encuentra el volante y su capacidad de rendimiento, condicionada por la edad y su entrenamiento en el manejo. En segunda instancia, la situación específica, determinada por las condiciones de luz y el estado de la ruta transitada. Y finalmente, los demás participantes del tráfico, sean automovilistas, peatones o incluso animales.

"Quien conduce de noche va en contra de su reloj biológico" dice Matthias Graw, presidente de la Asociación Alemana de Medicina del Tránsito. El cuerpo está prefigurado para descansar en esas horas. Especialmente quienes tomen medicamentos por la noche deben controlar con su médico si pueden lanzarse a la ruta de noche. Muchos medicamentos tienen efectos somníferos. Los analgésicos con morfina por ejemplo achican las pupilas y restringen por tanto la capacidad de ver en la oscuridad.

Un efecto similar se produce con las cataratas. «Se trata en este caso con un enturbiamiento de la retina. Es un proceso paulatino que a veces no se nota en sus comienzos», dice Graw. Todos los automovilistas deberían controlarse la vista periódicamente, a más tardar a partir de los 50 años, aconseja el experto. «Con cataratas se tiene una percepción de mayor encandilamiento, lo que lógicamente conduce a situaciones de riesgo en particular de noche», explica. Las técnicas de cirugía actuales permiten eliminar las cataratas con rapidez y efectividad.

También hay que ser prudentes con el uso de las gotas para ojos: «Algunos de estos preparados generan una ampliación de las pupilas, lo que implica un mayor encandilamiento en la penumbra del anochecer o en noche cerrada.»

La ceguera nocturna es en tanto una afección a la vista que no tiene tratamiento. Los ojos no se pueden adaptar a la oscuridad. Frecuentemente se trata de una característica congénita, pero también puede aparecer en cualquier momento de la vida. Normalmente no se detecta en un primer control de la vista.

También hay que tener en cuenta el deterioro paulatino de la capacidad de visión con la edad. Quien tiene un 100 por ciento de su potencia visual a los 20 años sólo dispondrá en promedio de un 74 por ciento a los 60.

Los asistentes de conducción nocturna que se ofrecen con algunos modelos de Audi o BMW, por ejemplo, pueden ayudar a manejar en la oscuridad. Estos sistemas se basan en cámaras de captación térmica que pueden reconocer objetos más allá de la distancia iluminada por los faros. Si un animal cruza la ruta a 300 metros por delante del auto aparece marcado en rojo en una pantalla en blanco y negro, explica Michael Crusius de Audi. Del mismo modo detectan un árbol caído que bloquea la ruta.

Wagner tiene una mirada escéptica sobre la utilidad de estos asistentes de manejo. Confiando en ellos, los conductores jóvenes podrían ser llevados a tomar mayores riesgos. «Los mayores en tanto suelen justamente ser más prudentes en situaciones adversas y entonces disminuyen el riesgo», dice el psicólogo. Hay algunos recursos sencillos para mejorar la situación de baja visibilidad. Uno de ellos es procurar que los vidrios estén limpios por dentro y por fuera, a fin de evitar la dispersión de la luz a través de puntos de suciedad, que provocan encandilamiento.

Ni los asistentes de conducción ni los sistemas lumínicos más modernos pueden ayudar si el automovilista no mantiene los ojos abiertos. Una breve siesta en el camino puede permitir una recuperación de la visión nocturna. Graw recomienda el denominado «test del llavero»: «Si no es posible un descanso prolongado puede servir rápidamente recostarse en el asiento reclinado, tomar un llavero en la mano, cerrar los ojos y ceder al cansancio. Si las llaves caen de la mano se habrá alcanzado la fase del sueño profundo." El café que complementa esta fórmula debe tomarse antes de la siesta, ya que la cafeína comienza a tener efecto en el cuerpo entre 30 y 40 minutos después de su ingesta.

Pero los que manejan habitualmente de noche pueden obviar esta siesta. "El cuerpo se puede adaptar totalmente al horario nocturno si se hace habitual», dice Wagner. Lo que se hace más difícil es el cambio constante entre día y noche. «El punto crítico se encuentra habitualmente entre las tres y las cuatro de la madrugada, que es cuando nos encontramos en un momento de relajamiento biológico. Es la hora menos recomendable para manejar un auto.»

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