Gustavo de Rada es el piloto de moda, acaba de ganar, por primera vez, el Gran Premio Nacional de Automovilismo y Motociclismo 2008. Hace 11 años comenzó a incursionar en el deporte “tuerca”. Recién en 2008 decidió entrar en la principal categoría, la N-4, y ha inscrito su nombre entre los pilotos más importantes del país. Además se lo recuerda por haber sido uno de los mejores basquetbolistas bolivianos.
¿En qué momento dejó el básquet y decidió incursionar en las “tuercas”?
Es un tema de edad, pero básicamente tuve una lesión en la rodilla que me mermó la posibilidad de seguir siendo competitivo y eso me alejó definitivamente del básquet. Pude estar unos cuatro años más, pero mis condiciones ya no daban y mi rodilla no respondía de la misma manera.
¿Hay punto de comparación entre ambas disciplinas?
Son diferentes emociones. En el automovilismo uno vive una presión mucho más grande que le permite desarrollar sus condiciones especialmente de reflejos; en cambio en el basquetbol hay que ser muy inteligente, muy pícaro, porque es un deporte dinámico para la inteligencia y hay que pensar en muchas cosas a la vez.
¿Cómo empezó a correr?
En junio de 1997 Fernando Terrazas, un gran amigo y con quien yo trabajaba, me dijo que sería bueno auspiciar una carrera de autos rumbo a Charaña. No costaba mucho, así que se la organizó. Después se le ocurrió proponerme correr. “Vos manejas bien”, me dijo y después de un par de días consiguió un auto, de manera que nos metimos a correr con tan buen pie que salimos segundos, tras Víctor Alanoca, quien ese año fue campeón nacional. Luego de vivir esa maravillosa experiencia, me costó decir que no, me compré ese auto y fui avanzando.
Confieso que sentí miedo cuando comencé, pero kilómetro a kilómetro las cosas se pusieron buenas y me sentí a gusto.
¿El hecho de comenzar a correr desde abajo fue determinante para por fin ganar una carrera tan dura como un Gran Premio?
Yo creo que es determinante comenzar desde abajo, porque es bueno ir avanzando de a poco. Recibí un mensaje muy sabio de mi tío Óscar Crespo, quien me dijo: “Cuanto más rápido es el deporte, más lento hay que avanzar”; lo asumí con responsabilidad y he ido avanzando poco a poco. Además me propuse que no iba a pasar de una categoría a otra mientras no obtuviera el título. Me ha costado once años lograr la 1.600. Recién ahí decidí pasar a la N-4.
¿Cómo sustenta esta pasión por el automovilismo?
Gracias a Dios tengo un trabajo muy bueno, muy exitoso. Trabajo con la misma disciplina que utilizo en el deporte y tengo éxito empresarial. Además cuento con el apoyo de muchísima gente que rinde al máximo tal como un equipo de competencia.
¿Se podría decir que éste es el mejor momento de Gustavo de Rada como piloto?
Es un muy buen momento, he avanzado muchísimo y cada vez aprendo más. Soy una persona que aprende de sus errores y por lo tanto creo que estoy en un muy buen momento, no sé si será el mejor, pero ten por seguro que voy avanzando, pues cuando hago algo, lo hago con la mentalidad de que salga bien, de lo contrario prefiero no hacerlo.
¿Cuántos años le quedan en el automovilismo?
No lo he pensado, si puedo correr hasta mis 200 años, lo voy a hacer. Este deporte me rejuvenece muchísimo, me mantiene dinámico, yo mismo me cuido más. Entonces, mientras me haga sentir bien, voy a seguir corriendo.
¿Gustavo de Rada siente miedo mientras corre?
Cuando se murió una de mis hijitas le perdí el miedo a todo y el único miedo que tengo es que no le tengo miedo a nada. Pero sé a lo que me enfrento y sé que puedo controlarlo, lo hago con mucha responsabilidad. Tengo un amuleto que me acompaña, o una estrella que posiblemente sea mi hijita en el cielo.
¿Tiene alguna cábala?
No, quizás puedo mencionar algo que no es una cábala, y es que quiero mucho a mi auto, me afino sentimentalmente con él, lo toco, lo acaricio, lo beso cuando voy a partir y cuando llego, y me imagino que hay un sentimiento de reciprocidad porque nunca me deja parado en la carretera. No es cábala, sino un sentimiento verdadero.
¿Cómo ha convencido a su esposa e hijos para que le dejen correr?
No ha sido fácil, pero poco a poco he hecho un compromiso con ellos, de que iba a mantener todas las condiciones de seguridad. Ha sido difícil al principio, pero se consolidó el apoyo cuando mi esposa en Oruro decidió correr conmigo, como copiloto, e hicimos una excelente carrera juntos; ahí se dio cuenta de que es cuestión de un buen control.
¿Sus hijos quieren correr también?
Sí, mi hijo mayor, Horacio, está incursionando en el automovilismo, está usando el auto que yo dejé el año pasado; tiene mucha afición, pero todavía está terminando sus estudios universitarios y no tiene muchas posibilidades de estar en una ruta. Con el apoyo que yo le voy a dar ojalá que él también escriba su nombre en la historia del automovilismo boliviano.
Mis otros hijos todavía son chicos, aunque son fanáticos de todo tipo de deporte; hacen fútbol, básquet, natación, tenis y todo lo que encuentran.
Hablando exclusivamente del Gran Premio, ¿cuáles fueron los detalles de planificación fundamentales para ganar?
Hemos comenzado con todo el equipo un mes antes, lo primero que nos preocupó fueron las llantas, conseguir las de competencia es difícil en Bolivia y a veces hay que importarlas; después decidimos quiénes me iban a acompañar en esta oportunidad, quiénes iban a ser los auxilios; pensamos en la provisión de combustible, en la necesidad de repuestos, el traslado de los coches, en las reservas de hoteles, conocer los horarios, todo eso; es una logística grande.
Posteriormente, con Adolfo Koch (su navegante) fuimos a hacer el reconocimiento y es ahí donde definimos los últimos detalles, el kilometraje en el que iban a apostarse los auxilios, la forma de reabastecimiento de combustible. Lo hemos hecho con responsabilidad, con muchísima imaginación y todos han aportado, el equipo que me acompaña es maravilloso.
¿Cuánto se invirtió en tiempo, esfuerzo, dedicación y todo lo demás?
Se invirtió bastante, yo particularmente tenía mucho trabajo y no me podía ir a la carrera si no dejaba todo en orden. El equipo, por su parte, se ocupó de conseguir las llantas, la gasolina, porque este auto no usa la gasolina convencional y hay que hacer una serie de trámites; nos ha demandado una inversión no sólo económica, sino de tiempo.
¿Cuán grande es su equipo?
Muy grande, el taller donde trabajamos el auto es de Uncino Huanca y él es el jefe del equipo mecánico de Gustavo de Rada, tiene diez personas detrás; ahí están Rodrigo, Mollo, Encino, Primo, los cuatro mecánicos que he llevado al Gran Premio. Vladimir Lara es otra persona que me ha acompañado, es un amigo entusiasmadísimo que no tiene un no como respuesta; Plácido Villarroel me acompaña en mi vida empresarial y laboral; Fernando Terrazas, afín a mi familia y al automovilismo. Con esa base se ha formado el equipo.
¿Qué valor le asignaría a cada uno de ellos?
El mismo que tengo yo, es como los jugadores que no brillan en la cancha pero hacen que las cosas funcionen. No te olvides que yo no tengo ni idea de mecánica, cuando destapo el motor no tengo ni idea de lo que tengo que hacer, realmente sólo sé subirme al auto y manejarlo. Entonces todos trabajan de manera que sea un engranaje que funcione perfectamente; por eso creo que todos tienen el mismo valor.
¿Qué porcentaje el éxito se lo debe al piloto, al navegante, a la máquina, al equipo y a la estrategia?
Yo dividiría 100 en partes iguales, entre las personas que son parte del equipo. No es sólo subirse a un auto y acelerar a fondo. Adolfo decía en una entrevista, cuando le preguntaron sobre cuál es la función de un navegante, que “tanto Gustavo como yo estamos a la misma velocidad dentro del auto, no es que él va más rápido y yo voy más lento, él controla el auto y yo controlo la ruta”. Entonces creo que todos tenemos el mismo porcentaje.
¿En qué momento dejó el básquet y decidió incursionar en las “tuercas”?
Es un tema de edad, pero básicamente tuve una lesión en la rodilla que me mermó la posibilidad de seguir siendo competitivo y eso me alejó definitivamente del básquet. Pude estar unos cuatro años más, pero mis condiciones ya no daban y mi rodilla no respondía de la misma manera.
¿Hay punto de comparación entre ambas disciplinas?
Son diferentes emociones. En el automovilismo uno vive una presión mucho más grande que le permite desarrollar sus condiciones especialmente de reflejos; en cambio en el basquetbol hay que ser muy inteligente, muy pícaro, porque es un deporte dinámico para la inteligencia y hay que pensar en muchas cosas a la vez.
¿Cómo empezó a correr?
En junio de 1997 Fernando Terrazas, un gran amigo y con quien yo trabajaba, me dijo que sería bueno auspiciar una carrera de autos rumbo a Charaña. No costaba mucho, así que se la organizó. Después se le ocurrió proponerme correr. “Vos manejas bien”, me dijo y después de un par de días consiguió un auto, de manera que nos metimos a correr con tan buen pie que salimos segundos, tras Víctor Alanoca, quien ese año fue campeón nacional. Luego de vivir esa maravillosa experiencia, me costó decir que no, me compré ese auto y fui avanzando.
Confieso que sentí miedo cuando comencé, pero kilómetro a kilómetro las cosas se pusieron buenas y me sentí a gusto.
¿El hecho de comenzar a correr desde abajo fue determinante para por fin ganar una carrera tan dura como un Gran Premio?
Yo creo que es determinante comenzar desde abajo, porque es bueno ir avanzando de a poco. Recibí un mensaje muy sabio de mi tío Óscar Crespo, quien me dijo: “Cuanto más rápido es el deporte, más lento hay que avanzar”; lo asumí con responsabilidad y he ido avanzando poco a poco. Además me propuse que no iba a pasar de una categoría a otra mientras no obtuviera el título. Me ha costado once años lograr la 1.600. Recién ahí decidí pasar a la N-4.
¿Cómo sustenta esta pasión por el automovilismo?
Gracias a Dios tengo un trabajo muy bueno, muy exitoso. Trabajo con la misma disciplina que utilizo en el deporte y tengo éxito empresarial. Además cuento con el apoyo de muchísima gente que rinde al máximo tal como un equipo de competencia.
¿Se podría decir que éste es el mejor momento de Gustavo de Rada como piloto?
Es un muy buen momento, he avanzado muchísimo y cada vez aprendo más. Soy una persona que aprende de sus errores y por lo tanto creo que estoy en un muy buen momento, no sé si será el mejor, pero ten por seguro que voy avanzando, pues cuando hago algo, lo hago con la mentalidad de que salga bien, de lo contrario prefiero no hacerlo.
¿Cuántos años le quedan en el automovilismo?
No lo he pensado, si puedo correr hasta mis 200 años, lo voy a hacer. Este deporte me rejuvenece muchísimo, me mantiene dinámico, yo mismo me cuido más. Entonces, mientras me haga sentir bien, voy a seguir corriendo.
¿Gustavo de Rada siente miedo mientras corre?
Cuando se murió una de mis hijitas le perdí el miedo a todo y el único miedo que tengo es que no le tengo miedo a nada. Pero sé a lo que me enfrento y sé que puedo controlarlo, lo hago con mucha responsabilidad. Tengo un amuleto que me acompaña, o una estrella que posiblemente sea mi hijita en el cielo.
¿Tiene alguna cábala?
No, quizás puedo mencionar algo que no es una cábala, y es que quiero mucho a mi auto, me afino sentimentalmente con él, lo toco, lo acaricio, lo beso cuando voy a partir y cuando llego, y me imagino que hay un sentimiento de reciprocidad porque nunca me deja parado en la carretera. No es cábala, sino un sentimiento verdadero.
¿Cómo ha convencido a su esposa e hijos para que le dejen correr?
No ha sido fácil, pero poco a poco he hecho un compromiso con ellos, de que iba a mantener todas las condiciones de seguridad. Ha sido difícil al principio, pero se consolidó el apoyo cuando mi esposa en Oruro decidió correr conmigo, como copiloto, e hicimos una excelente carrera juntos; ahí se dio cuenta de que es cuestión de un buen control.
¿Sus hijos quieren correr también?
Sí, mi hijo mayor, Horacio, está incursionando en el automovilismo, está usando el auto que yo dejé el año pasado; tiene mucha afición, pero todavía está terminando sus estudios universitarios y no tiene muchas posibilidades de estar en una ruta. Con el apoyo que yo le voy a dar ojalá que él también escriba su nombre en la historia del automovilismo boliviano.
Mis otros hijos todavía son chicos, aunque son fanáticos de todo tipo de deporte; hacen fútbol, básquet, natación, tenis y todo lo que encuentran.
Hablando exclusivamente del Gran Premio, ¿cuáles fueron los detalles de planificación fundamentales para ganar?
Hemos comenzado con todo el equipo un mes antes, lo primero que nos preocupó fueron las llantas, conseguir las de competencia es difícil en Bolivia y a veces hay que importarlas; después decidimos quiénes me iban a acompañar en esta oportunidad, quiénes iban a ser los auxilios; pensamos en la provisión de combustible, en la necesidad de repuestos, el traslado de los coches, en las reservas de hoteles, conocer los horarios, todo eso; es una logística grande.
Posteriormente, con Adolfo Koch (su navegante) fuimos a hacer el reconocimiento y es ahí donde definimos los últimos detalles, el kilometraje en el que iban a apostarse los auxilios, la forma de reabastecimiento de combustible. Lo hemos hecho con responsabilidad, con muchísima imaginación y todos han aportado, el equipo que me acompaña es maravilloso.
¿Cuánto se invirtió en tiempo, esfuerzo, dedicación y todo lo demás?
Se invirtió bastante, yo particularmente tenía mucho trabajo y no me podía ir a la carrera si no dejaba todo en orden. El equipo, por su parte, se ocupó de conseguir las llantas, la gasolina, porque este auto no usa la gasolina convencional y hay que hacer una serie de trámites; nos ha demandado una inversión no sólo económica, sino de tiempo.
¿Cuán grande es su equipo?
Muy grande, el taller donde trabajamos el auto es de Uncino Huanca y él es el jefe del equipo mecánico de Gustavo de Rada, tiene diez personas detrás; ahí están Rodrigo, Mollo, Encino, Primo, los cuatro mecánicos que he llevado al Gran Premio. Vladimir Lara es otra persona que me ha acompañado, es un amigo entusiasmadísimo que no tiene un no como respuesta; Plácido Villarroel me acompaña en mi vida empresarial y laboral; Fernando Terrazas, afín a mi familia y al automovilismo. Con esa base se ha formado el equipo.
¿Qué valor le asignaría a cada uno de ellos?
El mismo que tengo yo, es como los jugadores que no brillan en la cancha pero hacen que las cosas funcionen. No te olvides que yo no tengo ni idea de mecánica, cuando destapo el motor no tengo ni idea de lo que tengo que hacer, realmente sólo sé subirme al auto y manejarlo. Entonces todos trabajan de manera que sea un engranaje que funcione perfectamente; por eso creo que todos tienen el mismo valor.
¿Qué porcentaje el éxito se lo debe al piloto, al navegante, a la máquina, al equipo y a la estrategia?
Yo dividiría 100 en partes iguales, entre las personas que son parte del equipo. No es sólo subirse a un auto y acelerar a fondo. Adolfo decía en una entrevista, cuando le preguntaron sobre cuál es la función de un navegante, que “tanto Gustavo como yo estamos a la misma velocidad dentro del auto, no es que él va más rápido y yo voy más lento, él controla el auto y yo controlo la ruta”. Entonces creo que todos tenemos el mismo porcentaje.
¿En algún momento de la carrera pensó en que podía fallarle algo?
El momento en el que nos paramos cuando se nos quemó la bomba de gasolina; se me vinieron muchísimas cosas a la mente, precisamente una de ellas estaba en relación a que ni Adolfo ni yo tenemos idea de mecánica. Lo único que esperábamos era encontrar un cable que esté suelto y poderlo enchufar, pero no había nada de eso.
Adolfo se había entrenado cuatro días para cambiar la bomba, porque sabíamos que era una de las cosas que podían fallar. Cuando llegó nuestro auxilio de Villa Tunari, se dio cuenta de que la bomba no funcionaba, así que la arreglamos y pudimos reanudar la carrera.
Antes de que arranque el Gran Premio usted habló de sus posibles rivales, Hernán Paredes y Armin Franulic. ¿Qué influyó para que ellos abandonaran tan rápido?
Hernán, la gran preocupación que yo tenía, se encontró con un perro a poco de partir en la primera etapa, y un perro grande es muy dañino para estos autos, que tienen el radiador de aceite y el enfriador del turbo muy adelante, entonces su coche se dañó.
Armin lo ha hecho muy bien, pero el tema de él, y es algo que yo lo he medido absolutamente con inteligencia, es que ya no estaba corriendo solo como en anteriores oportunidades, ahora corría con un competidor de su misma talla, con un auto similar al de él y su presión era mucho mayor, arriesgó mucho más, eso le hizo tomar curvas con muchísima más velocidad y sus condiciones fueron mucho más difíciles. Mientras estuvo en ruta lo hizo de manera brillante, eso no se lo quita nadie, es un gran campeón.
De no haber tenido ese accidente Armin y de no haber tenido ese percance Paredes, ¿la historia sería diferente?
Habría sido hermosísima la historia, muy competitiva, pero al final creo que la balanza habría estado inclinada para nosotros porque venimos corriendo todo el año. Creo que las posibilidades habrían estado intactas, aunque sí habría tenido más colorido la carrera.
¿Qué significó para usted ganar este Gran Premio?
Primero, una maravillosa experiencia. Segundo, que es una carrera muy popular y ha destacado mucho mi nombre y el de mi navegante. De pronto uno se siente muy popular, muy famoso y es halagador. He recibido felicitaciones hasta del exterior, de amigos que se han enterado de que gané y me han llamado para felicitarme. Nos sentimos contentos por haber entrado en la historia del automovilismo.
Con su firma
El automovilismo es criticable en Bolivia, cuando a mí me dicen si se puede incursionar en el exterior, digo que no, porque no estamos preparados, y no por los coches, sino por el estado físico. Los pilotos, incluido yo, estamos muy gordos”
El perfil
Nombre: Gustavo de Rada
Lugar y fecha de nacimiento: La Paz, 13 de diciembre de 1957
Esposa: Silvana Bajner
Hijos: Horacio, Natalia, Tomás, Renato, Sabrina y Matilde.
Trayectoria: empezó en junio de 1997. Ganó tres campeonatos departamentales y en 2007 logró el título nacional del grupo 1.600. Este año empezó a correr por primera vez en el grupo N-4 y ganó su primer Gran Premio Nacional.
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