05 marzo 2011

servicios mecánicos de primera calidad un suizo-boliviano se hizo leyenda entre los viajeros motorizados que recorren la famosa carretera Panamericana.

En internet, Ernesto Hug y su equipo del taller mecánico “AutoVolksMotor” ya son famosos. En los informes digitales subidos por los viajeros, que recorren la Panamericana, desde Alaska hasta la Patagonia en sus vans Volkswagen y todo terreno Toyota, el nombre del mecánico figura con referencias elogiosas.

“En este taller la expresión ‘no hay’ simplemente no existe”, escribió un alemán. Y en un foro de temas mecánicos un anglosajón aseguró que “trabajar en el taller de Ernesto Hug es un placer total.

Los tipos tienen los cerebros lavados con la famosa meticulosidad suiza. No creerán cuán limpio está el lugar, no hay ni una gota derramada y fácilmente se podría comer del piso”.

¿Quién es el milagroso mecánico, cuyo nombre complace tanto a los oídos bolivianos como a los suizos?

La historia

Hug es hijo de padres suizos, quienes emigraron a Bolivia en los años 50. Como nació en suelo boliviano, tiene doble nacionalidad y, a pesar de que solamente haya vivido ocho años en Suiza, a lo largo de su vida siempre mantuvo firmes lazos con la cultura helvética.

La etapa clave de su vida fue la formación profesional, desarrollada en Suiza: “A los 16 años me marché de Bolivia para pasar un aprendizaje de mecánica automotriz en la empresa AMAG, de Suiza”, cuenta.

En aquel país, AMAG hoy día sigue siendo la empresa más grande en el rubro, especializada en automóviles Volkswagen. “Me quedé estudiando ocho años, completando también el curso consecutivo, que me permitía instruir aprendices”, repasa en su memoria, hablando un intachable suizo-alemán.

En 1977, apenas concluyó su formación, Hug regresó a Bolivia para abrir su taller mecánico. La apertura fue el disparo de salida a una carrera exitosa. “En ese entonces era el único mecánico en La Paz que tenía una especialización en VW y encima contaba con una formación profesional”, relata, y recuerda que en aquella época la mayoría de los viajeros motorizados recorrían las rutas con los famosos minibuses de esta marca.

Entre sus clientes, la excelencia de sus servicios y su disposición de conseguir toda gama de repuestos se propagaron como un reguero de pólvora. Hoy cuenta con una clientela fija y leal, de la cual alrededor del 60% son bolivianos, el resto viajeros extranjeros oriundos sobre todo de países de habla alemana, cuyos ciudadanos son “los que más viajan”, según comenta Hug.

Una parada en el taller

Detrás de los muros azules del taller de la calle Jaimes Freyre, y separados de la vista de los curiosos, los cinco empleados de Hug trabajan debajo de un amplio techo de calamina. Es la tarde de un día gris y lluvioso. Los vehículos todo terreno y los buses VW parecen bichos refugiándose de las gotas, cada vez más pesadas, que se caen del cielo.

Sin embargo, el tiempo fúnebre no daña el humor de dos parejas que están charlando de pie en el medio del gran taller. Trajeron un bus VW y un todo terreno Land Rover, cuyas placas exhiben un “ZH”, abreviatura de la ciudad de Zúrich, en Suiza. “Vinimos para un servicio regular”, dice Fabián, quien junto a su novia Ornella partió desde Alaska con la apuesta de llegar a la Patagonia en el plazo de un año.

Ahora hay que cambiar el aceite, revisar los frenos y conseguir un buen consejo de Ernesto, del cual se enteraron a través de “propaganda de boca a boca”.

Cuentan que mucha gente se entera de este mecánico en Alaska. Y, claro está, “en cuanto a lo técnico, hace bien poder hablar la lengua materna si uno no sabe bien el español”.

En el taller se cruzaron con Nadine y Thomas, dos alemanes que radican en Suiza. Ellos hacen el mismo recorrido, la legendaria Panamericana, pero arrancaron por el Cono Sur en Argentina y van subiendo hasta EEUU.

“Es increíble, afirma Thomas, nos dejaron la llave para que pudiéramos dormir en el taller mientras efectúan el servicio”. Acorde con los blogueros de internet, resalta que “la limpieza y la calidad del lugar son verdaderamente destacables.” Para Hug, quien supervisa constantemente el trabajo realizado por sus empleados en un constante vaivén entre casa y taller, es una cuestión de cultura laboral.

“Yo soy boliviano. Pero la etapa más importante de mi vida, que es la de la juventud y formación profesional, la viví en Suiza”, dice.

Asegura que en su taller se trabaja exactamente ocho horas por día, ni una más ni una menos.

Los fines de semana son siempre libres, pero cuando es tiempo de actuar exige que sus mecánicos trabajen de manera meticulosa.

Los servicios se cobran por hora de trabajo, un monto que, según la marca del vehículo, oscila entre 60 y 80 bolivianos.

Hug también tiene un aprendiz quien, igual que el jefe, tiene lazos con Suiza. “Estoy en el último año de mi aprendizaje”, dice Lucas Hüttermann, cuyo apellido delata su doble ciudadanía.

Quería recibir su formación en el taller de Hug porque sus padres siempre llevaban el auto allí. “Aquí aprendo a hacer bien las cosas”, dice y, acorde con las demás opiniones, agrega: “Me encanta que todo esté limpio y ordenado.”

La carretera del sueño del mundo
La Panamericana (el alemán “traumstrasse der welt”) también es conocida como la “carretera de sueño del mundo”, según un famoso documental de los años 60.

Es un sistema colectivo de carreteras, de aproximadamente 48.000 km de largo, que vincula casi a todos los países del hemisferio occidental del continente americano con un tramo unido de carretera.

Fue concebida en la V Conferencia Internacional de los Estados Americanos en 1923, donde se celebró el Primer Congreso Panamericano de Carreteras, en Buenos Aires en 1925.

La Carretera Panamericana se encuentra casi completa y se extiende desde Alaska en América del Norte hasta la Patagonia de Chile en América del Sur.



Los autos japoneses dominan el mercado


Además de la marca alemana Volkswagen, en el taller de Ernesto Hug se brindan servicios para las marcas japoneses más importantes, entre ellos Toyota, Nissan, Subaru y Mitsubishi.

Según Hug, en los últimos años los productores japoneses aumentaron enormemente su influencia en la región, lo que le impulsó a adaptar sus servicios radicalmente a dichas marcas. “Los japoneses se han comido todo”, asegura y agrega que para el abastecimiento de repuestos correspondientes fueron instalados grandes depósitos en Panamá, de donde las empresas suministran todo el subcontinente.

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