No apagar el motor bruscamente. Si durante los últimos cinco minutos se ha circulado por autopista o se ha subido una pendiente alta, no hay que detener el motor hasta que haya pasado en torno a un minuto: el aceite caliente acumulado en la turbina puede carbonizarse, y eso terminará por romper el turbo.
No apurar el depósito. Es mejor intentar cargar combustible, como mucho, cuando el indicador de carburante indique que queda un cuarto de depósito. Las impurezas del carburante se acumulan en el fondo del depósito y, si se lo apura, pueden pasar al sistema de alimentación. Si ocurre, se dañarán los inyectores o la bomba de inyección. Se notarán los tirones o la falta de rendimiento.
Vigilar el nivel de aceite. Llevar un nivel de aceite muy bajo provocará serios daños en el turbo o en el propio motor, principalmente. Por su parte, llevar demasiado aceite también puede dañar el turbo o reventar las mangueras por un exceso de presión. Para evitarlo, hay que revisar el nivel una vez al mes con el motor frío y en llano, además asegurarse de que se encuentra entre el máximo y el mínimo. Si fuese necesario rellenar, se recomienda emplear un aceite igual que el que hayan puesto en la última revisión. Si se tiene que quitar porque hay en exceso, se circula hasta un taller para que saquen lo que sobre.
Que caliente el motor. Si el motor está frío, se espera unos 10 segundos a ralentí antes de comenzar a circular: Así se asegurará de que la bomba del aceite ha tenido tiempo suficiente para que el aceite haya comenzado a lubricar todo el motor. Por otro lado, se aconseja no acelerar a fondo ni superar las 2.500/3.000 rpm hasta que el indicador de temperatura del motor de la instrumentación no marque su temperatura normal (unos 90ºC), si no tiene ese reloj, basta con no "pisar" a fondo durante los primeros 7 u 8 minutos porque se aceleraría el desgaste interno de las piezas del motor y, con ello, su vida útil.
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