Aún era un niño cuando comenzó a deslumbrar con saltos que erizaban la piel sobre las dos ruedas de su motocicleta y hoy, a los 21 años, está a tan solo un paso de hacer su sueño realidad: convertirse en el primer piloto boliviano de motocross profesional que compite en los EEUU.
Y es el indiscutible campeón nacional de todos los tiempos en la modalidad de saltos, Marco Antezana, quiere hacer historia y llevar el nombre de Bolivia por el mundo. O por lo menos inscribirlo en el mundo del motociclismo de alta competencia, para lo cual ya ha dado un gran primer paso que es competir en pistas del país de las barras y las estrellas, en un hecho que ya de por sí es histórico para un motociclista nacional.
Sin embargo el pequeño paso para que el deportista haga su sueño realidad, por lo menos en Bolivia, significa un paso gigante para el bolsillo de cualquiera.
En el caso de Marco, nada menos que 40 mil dólares, que es el costo mínimo que supone preparar una máquina con las condiciones básicas para una competencia profesional de motocross en los EEUU, la inscripción, la estadía y la preparación para participar en tan solo una carrera.
Casi nada para un piloto internacional de casi cualquier país incluso de Latinoamérica, que cada año inscribe a cientos de competidores en estos circuitos profesionales, pero una verdadera fortuna para un competidor boliviano y cochabambino.
“Quiero correr en profesional (en EEUU)”, dice Marco, a tiempo de reconocer que será una misión difícil conseguir patrocinadores que le financien los alrededor de 25 mil dólares que costaría armar una motocicleta adecuada para esa competencia y los restantes por lo bajo 15 mil más, para pagar el centro de prácticas, el alquiler del circuito, el combustible, los repuestos, el servicio mecánico y por supuesto, el instructor, la alimentación y su estadía.
Todo para tan solo una primera prueba en espera de despertar el interés de patrocinadores internacionales que impulsen el resto de su camino rumbo al profesionalismo en los EEUU.
Sin embargo, dicen que para muestra basta un botón y el piloto cochabambino ha dejado muestras más que sobradas de su gran talento adueñándose de las pistas nacionales desde cuando era un niño prodigio de la velocidad, la habilidad y la adrenalina.
Parecía muy temprano entonces, pero ya era imposible imaginarle fuera de un podio en cualquier competencia. Ya como piloto adolescente, Antezana dejó una huella imborrable sacando ventajas en teoría imposibles sobre le resto de los competidores en todas las pistas de Bolivia.
Cuando llegó a las máximas categorías, su carrera fue simplemente la consecuencia de un todo y sus recitales de saltos arriesgados o sus piruetas desafiando las leyes de la física, convirtieron al joven piloto en el inicio de una leyenda viviente que hoy es el modelo a seguir de muchos niños y jóvenes que aman los fierros. Su sencillez, ante la vida y sus logros, es la cereza sobre la torna.
“Aquí nunca entrené en serio”
“Aquí nunca entrené en serio”, reconoce entre risas el múltiple campeón nacional de motocross Marco Antezana, al reconocer las precarias condiciones de preparación a la que se someten los pilotos en Cochabamba y Bolivia.
Esta conclusión llega como una reflexión después de haber vivido la preparación de un verdadero piloto preprofesional de motos en los EEUU, donde participó del circuito Loretta Lynn en el Rancho de Tennesse, que da pie al ascenso de los corredores que incursionan en las competencias internacionales, hacia las carreras profesionales.
En este circuito preprofesional, compitió entre los mejores del mundo con excelentes resultados, aunque a su máquina le faltó talla económica para continuar en esta escuela.
Medio año después de cambiar de vida en busca de un espacio entre los mejores del planeta, Marco reconoce también que jamás imaginó la vida y el sacrificio al que se someten quienes pretenden hacer del motocros su forma de vida. “Aprendí mucho de técnica, tuve roce con grandes profesionales y viví como vive un piloto profesional”, cuenta, a tiempo de detallar cómo la preparación de cada piloto implica una responsabilidad diaria.
“Todo el día estás con tu moto y piensas en competir. Terminas de entrenar y haces el mantenimiento de tu máquina, la debes dejar lista para la próxima”, explica Antezana, que cuenta también cómo una vez que los pilotos están alejados de sus motocicletas revisan la parte teórica de una competencia, mejoran errores y se plantean metas para superar.
“Es una forma de vida responsable, que incluye cuidar tu máquina, pero también tu mente, tu organismo y tu estado físico”, explica Marco, que detalla sus sesiones de gimnasio, ejercicios en la piscina, alimentación y disciplina que se necesita en esta “otra vida”.
Pero el sueño americano de Marco terminó seis meses después e haber comenzado por falta de dinero. “Invertimos mucho dinero”, dice y señala que no está arrepentido. “Fue una excelente experiencia”, recuerda y ahora se prepara para volver a las pistas nacionales. “Queremos traer la moto con la que estuve compitiendo”, dice a tiempo de apuntar que incluso en Bolivia, su inversión será de unos 25 mil dólares.
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