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20 noviembre 2016
Marquito Bulacia, un as en el volante creció entre fierros, ya ganó varios títulos y sueña con participar en el Dakar
Marco Bulacia Wilkinson (16) creció entre fierros. Es un jovencito un tanto introvertido, tímido y callado, pero cuando comienza a hablar de las competencias sobre ruedas, sus ojos le brillan y su rostro se llena de luz y de una emoción indescriptible. Definitivamente se nota que el deporte tuerca es su gran pasión.
Desde que tenía dos años y su hermano, Bruno (14), aún estaba en la panza, con su madre, Susybeth Wilkinson (39), comenzaron a seguir a su padre, Marco Bulacia (43), uno de los corredores más reconocidos y galardonados del país, por todas las rutas en las que competía. Fue así, que a medida de que pasaban los años, su pasión por las carreras también aumentaba.
Este chico prodigio, que el 27 de septiembre pasado cumplió 16 y que ni siquiera cuenta con licencia para conducir por ser menor de edad y que solo lo hace en los circuitos cerrados gracias a la autorización que emite la Asociación Departamental de Automovilismo de Santa Cruz (Adecruz), ya se coronó campeón en la categoría de mayor potencia en el país y, aunque no calificaba por su edad, se convirtió en el mejor competidor nacional en el Campeonato Sudamericano de Rally en el que participó este año. Actualmente es el corredor más joven en la historia del automovilismo boliviano.
El automovilismo mundial cuenta con pilotos que se inician cada vez a más corta edad. Uno de ellos es el holandés Max Verstappen que debutó en la Fórmula Uno a sus 18 años. En el país a la misma edad de Marco Jr., comenzaron a participar en competencias nacionales el chuquisaqueño Diego Carballo y el cruceño Luisiño Burgos.
Su destreza, su tenacidad y su seguridad frente al volante lo hacen ver como un hombre adulto, pero al conversar con él su tono de voz denota que sigue siendo un joven adolescente con muchos sueños. El mayor es correr en el Campeonato Mundial de Rally (WRC, por sus siglas en inglés World Rally Championship). Para cumplirlo le restan dos años, cuando tenga la mayoría de edad.
Tranquilo y ordenado
Mientras transcurre la entrevista, Marquito, como lo llaman para diferenciarlo de su padre, se dibuja con los dedos las líneas de la mano izquierda, a ratos se acomoda el pelo y mira su reloj deportivo porque debe retornar al colegio. Se nota que está un poco nervioso. No le gustan mucho las fotos. Le cuesta posar. Su sonrisa es bastante tímida. Su madre, que sabe mucho de modelaje y de poses porque en su juventud fue seducida por las pasarelas, le indica cómo pararse, cómo mirar y cómo sonreír. Él simplemente esboza una sonrisa y le responde que esa es su manera de hacerlo.
Un gran mural con fotos de las competencias y los premios que ha ganado, no solo Marquito, sino también su hermano dan la bienvenida a la sala de televisión, donde además hay un play station con volante, caja de cambio y pedales incluidos, donde en los ratos libres se divierte con sus juegos de carreras.
Aunque le costó aceptar sacarse fotos en su dormitorio, al final lo conseguimos. Es un jovencito ordenado, a pesar de que para evitar que nos inmiscuyamos mucho en su intimidad, él haya dicho que su cuarto estaba desordenado. Ese es su rincón favorito, donde no solo descansa, sino en el que también estudia y hace sus tareas.
Su habitación está llena de trofeos y de reconocimientos. Tiene más de de 80 copas plateadas y doradas de diferentes tamaños, además de otras plaquetas, distribuidas en diferentes lugares. El espacio ya le está quedando pequeño para tantos logros.
Dormir es una de las cosas de las que más disfruta, porque las exigencias del deporte que practica le damandan mucho esfuerzo físico. La siesta para este joven piloto es sagrada, comenta su madre, aunque él señala que es solo cuando está muy cansado. Generalmente a las 23:00 ya está durmiendo. En los días de competencia trata de acostarse más temprano para estar descansado y con la mente más despejada.
Responsabilidad ante todo
Son las 13:50 del martes y apenas tiene unos minutos para la entrevista porque pasa clases en la tarde, al igual que el lunes. Son los dos días que tiene materias en la tarde. Estudia en el Colegio Franco Boliviano, donde cursa el cuarto de secundaria. Es buen alumno. Una de las condiciones que le imponen sus padres para que pueda participar de las competencias automovilísticas es que su promedio bimestral esté arriba de 85.
Aunque le faltan dos años para salir bachiller, ya tiene bien definido que quiere cursar la carrera de Ingeniería Civil. De esa forma podrá trabajar al lado de su padre, que es propietario de la empresa constructora Vialco.
Como ya está condicionado a ser un buen alumno, su mamá afirma que no necesita estar encima de él para controlar si estudia o si hace la tarea, dado que es un chico responsable. “Su único trabajo es estudiar, por lo tanto debe hacerlo bien para que pueda cumplir su sueño de correr”.
Marquito asegura que su día a día demanda sacrificio y que muchas veces el tiempo le queda corto. Hay semanas en las que debe ausentarse de las aulas uno o dos días para hacer el reconocimiento de las rutas antes de la carrera. Otras veces tiene que viajar a competir y se pierde más tiempo. A la semana siguiente se ve obligado a ponerse al día y seguir con su rutina escolar, lo que le demanda el doble de esfuerzo.
Mientras muchos de sus compañeros están en las ‘previas’ o en las ‘confras’ de su colegio, él casi nunca puede hacerlo, ya sea porque tiene carreras o porque debe ir a mirar alguna o, en su defecto, dedicarse a practicar.
“Soy bastante casero y aunque me gustan un poco las fiestas, no participo mucho porque las carreras siempre son los fines de semana y nunca puedo estar en los eventos a los que van mis compañeros. Yo elegí esto que me apasiona y no me pesa. Ya habrá tiempo para lo demás”, manifiesta, luego de afirmar que por ahora tampoco tiene enamorada porque no le queda tiempo.
Cuestión de sangre
Inspirado en su progenitor, a sus siete años, junto con su hermano, Bruno, que entonces tenía cinco, comenzó a competir en las pruebas de karting en las que participó hasta sus 14 años. Al poco tiempo ya supo de triunfos, coronándose dos veces campeón departamental y tres nacional.
Es tranquilo. Tiene el carácter y el temperamento de su padre, del que ha aprendido ciertas técnicas a la hora de correr. Físicamente es muy parecido a su madre. Tiene el pelo rubio y los ojos café claro. Es alto y aún le queda zona para crecer, mide 1.80 m y pesa 70 kilos. Visto de lejos, parece ser un joven con más años. No obstante, al tenerlo de frente, sus rasgos de niño delatan su corta edad.
“A Marquito le gustan las carreras o las carreras. No hay otra cosa que llame su atención”, afirma Susybeth. Cuando no está participando en una competencia, está recorriendo las rutas, mirando videos de las suyas y de las de su padre o disfrutando algún rally en la televisión, jugando play station o mirando alguna película. ¿Y de qué creen? De carreras, por supuesto.
“Me gusta mirar las carreras, no solo las mías, sino también las de mi papá, que es al corredor que más admiro, es mi ídolo, y las de pilotos internacionales porque siempre aprendo algo nuevo. No hay nada que me atraiga más que correr. No tengo ningún otro pasatiempo. Mi vida gira en torno a las carreras. Incluso ni recuerdo que me haya gustado algún superhéroe cuando era pequeño. En mi mente tengo grabados recuerdos solo de los autos”, manifiesta este joven corredor que a sus 15 años se coronó campeón nacional y está a un paso de llevarse el primer lugar en la departamental.
Una familia muy unida
Desde que Marco Bulacia comenzó a correr, hace más de 14 años, toda la familia armó pilchas y emprendió viaje en cada competencia en la que participaba para apoyar al papá. A Valeria (6), la surrapita y única hija, no le atraen mucho los fierros. Así que a sus progenitores no les preocupa, al menos por ahora, que ella también ingrese al mundo del deporte tuerca.
La hora del almuerzo es una costumbre que aún conservan. Aprovechan el tiempo para conversar sobre el día a día de cada uno, pero siempre el tema de charla termina girando en torno a las carreras.
Casi todos los fines de semana, padres e hijos comparten en familia. Siempre están juntos en las carreras, ya sea a apoyar a uno de los corredores o se van a mirar alguna que otra prueba. Si no le toca correr a Marquito, es el turno de Bruno, razón por la que son pocos los sábados o domingos en los que pueden darse una escapada al cine o a las Lomas de Arena, que es uno de los lugares favoritos de los chicos para andar en moto, en cuadratrack o en el teryx.
Cuando el papá participa en el Dakar, arman valijas y hacen el recorrido en el camper que tienen durante las casi dos semanas que dura la competencia. “Es algo que hago por mi familia, porque eso nos une mucho. Es un tiempo hermoso el que disfrutamos todos. Si bien no era una amante de las carreras, cuando me casé comencé a apoyarlo y con el paso del tiempo le encontré el gusto, porque además de estar todos juntos, siempre conozco nuevos lugares y otras culturas, al margen de que disfruto de la gastronomía de cada pueblo o ciudad que visito”, resalta Susybeth.
Agrega que estar al lado de los corredores de su vida le da la seguridad de saber que están bien cuidados. Así que siempre está en la meta cuando ellos llegan. De esa forma les demuestra todo su amor y su apoyo. Se toma las carreras con tranquilidad y siempre piensa en positivo y les manda buenas vibras para que todo marche sobre ruedas y salgan victoriosos. Hasta ahora nunca sufrieron un accidente.
Sus gustos y algo más
Los amigos con los que más comparte son los que ha conocido en el ámbito de las carreras, porque pasa más tiempo en las rutas que en el colegio o en su casa, situada en el condominio Ciudad Real, donde vive junto a sus padres y sus dos hermanos menores. Su mejor amigo se llama Saúl Flores, con quien se conocen desde muy niños y con el que comparte su pasión por las carreras.
No es un chico de lujos. Se puede decir que el único es tener su auto bien equipado y con todas las medidas de seguridad para resguardar su integridad en caso de algún percance, con jaulas, cinturones y butacas que requiere un vehículo de carreras, además de su overol antiflama y cascos homologados que protegen al piloto.
¿Cábalas? Ninguna. Simplemente dice que reza antes de comenzar una carrera y se encomienda a Dios. Casi siempre corre de rojo. Le consultamos si es su color favorito, pero afirma que es porque ese es el tono de su mejor overol antiflama y que él se inclina más bien por las tonalidades fosforescentes.
Paralelamente al karting, cuando estaba más pequeño Marquito practicaba natación, deporte en el que se destacó porque ganó varias competencias intercolegiales. No obstante, su pasión por los fierros fue superior, por lo que solo se abocó a las carreras. Por ahora se cuida yendo al gimnasio, aunque no lo hace muy seguido porque generalmente llega cansado.
Su día no puede pasar sin gomas de mascar. La Coca Cola le encanta y sus platos preferidos son las pastas y los mariscos. Aunque se cuida de la comida chatarra, también disfruta de una rica hamburguesa en el Hard Rock Café, que es uno de sus lugares favoritos donde siempre van en familia.
¿Nervios? Solo siente un poco de tensión antes de las carreras, pero no porque le vaya mal, sino porque quiere hacer las cosas bien. Cuando está en el volante, se le olvidan y solo siente la adrenalina de correr tras un nuevo título y alcanzar sus sueños.
A juzgar por las críticas positivas de los entendidos en este deporte, su futuro promisorio llegará tan natural así como la licencia de conducir, es solo cuestión de tiempo
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